Y cuando más se necesita la paz y sosiego interior es justo cuando aparece ese día la lubina.
Semana tras semana invernal buscando la lubina y no aparece, la última es de mediados de Diciembre y tengo la duda de ir al mar a probar una nueva tarde la pesca de la lubina o directamente ir a contemplarlo. Son de esos días que aunque no mires la parte negativa de la vida, al final te estampas contra ella. No es el aire helado lo que provoca los alfileres de hielo clavados en el motor de tus sentimientos. La paz la buscaré al lado del mar, sabré contemplarlo y observar la paz necesaria para derretir aquello que molesta.
Solo al verme ante el mar sabría si acabaría sumergiéndome en él. Aparco el coche, y aunque las tardes invernales son cortas, desciendo sin prisa, dejo atrás cualquier pensamiento, escucho mi interior, busco la sintonía con el agua, y encuentro lo que buscaba.
No tarda en mi interior en despertar el instinto, y me veo ya sumergido en el agua. Vuelvo al coche con la seguridad que seguiré mi calma bajo el mar. Pasan unos minutos y de nuevo en el mismo punto pero esta vez equipado . Nada más entrar al agua, me dejo sentir el frío cuando el agua va entrando y llega a la piel, un instante de inmovilidad a la espera que el agua invada mi cuerpo, el cual pide un poco de movimiento para ayudar a producir el calor para compensar ese momento. Desciendo un poco para concluir la armonía con el mar. Ahora ya estoy en paz.
El agua está muy clara, pero según avance es probable que encuentre el agua más movida y algo más tomada como le gusta a la lubina. Ya puestos en el agua, apuesto por buscar y encontrar al menos una lubina. Durante un buen rato solo encuentro agua muy clara y algún banco de peces que no generan más entusiasmo que el contemplarlos. Espera tras espera, acecho tras acecho sin ver ni siquiera algún mújol, lubinas ya ni hablamos. Decido avanzar más pues en la siguiente punta el agua si estará más movida.
Agua más turbia, corriente, partículas en suspensión… La situación ha cambiado bastante y es favorable para encontrar de nuevo una lubina después de tantas semanas sin verlas. Desciendo y me ubico en el fondo cara a la corriente. Inmóvil esperando el momento en que aparezca, de momento solo pasan trozos de alga, y partículas en suspensión, y en una milésima de segundo cambia el panorama, sin encontrar una explicación del por donde, el caso es que delante de mi aparece el morro y ojos inconfundibles de una lubina. Viene despacio, de frente… Dejo pasar los segundos simplemente contemplando como se acerca, gira levemente, pero no hago ningún movimiento, me vuelve a encarar de nuevo y sigue acercándose. Ahora es cuando se queda prácticamente parada girando lentamente, dándome todo su perfil izquierdo, es ahora el momento de tratar su captura. Siento la seguridad de no fallar con mi herramienta favorita para esta pesca, el ENAS 90 vuelve a funcionar a la perfección y logro la captura de una bonita lubina.
Tras este bonito regalo del mar, aun hay tiempo de admirar un nuevo atardecer en un entorno reinado por la paz, y así con ese momento mágico termino de sellar la invulnerabilidad interior