Recuerdo perfectamente como siempre estaba deseando que llegasen los Jueves, casi siempre eran días especiales de pesca. No estaba seguro, si merecería la pena ir al agua, ni siquiera donde ir si al final me acercaba, lo dejé todo al azar y al salir del trabajo iría al agua según me encontrase. Conforme iba avanzando la mañana el aire aumentaba y era de Norte. No apetecía demasiado, pero realmente necesitaba ir al agua y y dejar sentirme en esos momentos donde nada más hay. Y sin más que decidir estaba metido en el coche dirección al mar.
¿Quién me iba a decir a mi que me iba a cruzar con esta pieza? Lo complicado es saber aprovechar esas ocasiones que a veces se dan. Llevaba un rato en el agua y convenciéndome que tocaba porra, había pasado por unos puntos de lubinas, sargos y mújoles, no se presentaba ni una sola oportunidad, agua bastante turbia, fría y muchas zarpas sin parar de ir y venir. Iba haciendo esperas a media agua, acechos a muy poca agua, otras veces tocando el fondo. En una de estas bajadas/acecho donde terminan los bloques y empieza la arena, me sorprende por mi zona derecha un mero que estaba en la arena inmóvil.
La sorpresa fue tal que tardé demasiado en ir girando el fusil hacia su posición y cuando lo hice, él ya se refugió. Los meros de escollera son auténticos ratoneros que una vez deciden meterse en su hueco ya es casi imposible localizarlos. Me asomé un poco para intentar reconocer el hueco, ya que con el agua turbia desde arriba perdería la referencia, no obstante no hice un intento de supervisar, más bien quise dejarlo tranquilo a ver si sonaba la campana y en la próxima bajada lo localizaba. Al llegar arriba exhalo el aire, en parte como de desesperación. Ya es cuestión de suerte, de mucha suerte si vuelvo a ver al mero. Intento recuperar, pero el corazón va un poco acelerado, en la recuperación, saco la linterna de la parte baja de la chaqueta pues la eché de chiripa a última hora y decidí colocarla ahí por si me daba por mirar algún boquete. En la siguiente bajada caigo al filo de la arena pero ni de coña es el sitio donde vi el mero. intento mirar algún boquete hacer un pequeño planeo y decido subir para probar un poco más allá. Vuelvo a recuperar, esta vez, ya más fácil pues me hago la idea que no lo volveré a ver. Bajo de nuevo y esta vez si reconozco la mancha en la arena, me acerco al hueco que hacen los 2 bloques y realizo un vistazo sin aproximarme demasiado con la linterna. H O S T I A S ¡¡¡¡ si está el mero haciendo la vela en la entrada. Aparto el haz de luz para evitar que se asuste, preparo el ENAS 90, y sincronizo el volver a alumbrar, corregir mínimamente la posición del ENAS (en busca de un buen tiro) y el disparo. Mucha suerte que el mero estuviese ahí, que no desapareciera en los laberintos entre bloques y el hacer un buen tiro pues este mero con un tiro malo, lo hubiese complicado el asunto hasta la desesperación. En cuanto empecé el ascenso sabía que la captura estaba asegurada. Un mero de escollera.
– ¡ Como has disfrutado genares!