Tras una semana agotadora en lo profesional, con 4 jornadas nocturnas presenciales en el curro, tocaba la quinta noche descansar en casa. A las 01:00AM tocaba la primera alarma del despertador para controlar la fiebre de Victoria y ya de paso ver si andaba tapada Ana. A las 4 me despierto porque andaba soñando con la otra alarma del despertador, la que tenía que sonar a las 5, pero era solo el sueño así que otra cabezada. A las 5 segunda ronda de fiebre y todo ok, y por tanto, empiezo con los preparativos para ir un rato al agua. Me temía algo de mar de fondo, así que directamente mi destino es Mazarrón, donde mejor puedo pescar con ese estado de mar. A las 7:15 Am ya andaba revisando la costa para encontrar un sitio acorde con mi estado físico y mental. Descarto el primer punto, el segundo punto tampoco me convence pues me apetece una jornada en solitario, nadie en agua, ni nadie en tierra, solo yo y el agua.
Tras bajar un pequeño repecho, el cual se me hace eterno, con el incremento del equipo de invierno, llego a un pequeño acantilado donde inicio la jornada. Lo primero que hago es preparar la boya, con el fusil mini, y la bebida isotónica, y compruebo que efectivamente hay mar de fondo, rompiendo en las paredes y la visibilidad del agua parece malísima. A continuación toca el momentazo en este periodo, toca ponerse el traje que además con el cansancio no presté atención al agua caliente y más que caliente, estaba helada. A esto le sumamos el segundo momentazo, entrar al agua con escarpines, guantes y traje de varios años. En ese momento me llega a la mente.. ahhh claro es que pescando así es mucho más fácil.
Efectivamente la visibilidad es penosa y hasta el tercer capuzón no me sitúo para localizar las primeras piedras. Pero no hay nada que merezca la pena ni por dentro ni por fuera de ellas, o quizás es que no los veía, el caso que tenía que cambiar de estrategia. Vuelvo a arrimarme a la pared de los acantilados, intentaré pescar en la rompiente. Es divertido y me vendrá bien algo de movimiento a ver si así despierto más, que con el frío no ha sido suficiente.
En la primera aproximación seria en la rompiente, efectivamente observo dos sargos de un porte más que interesante, pero mis reflejos aún no despiertan y no es posible su captura, ni siquiera un intento, tan solo una visualización y gracias. Al final todo es superar los inconvenientes, así que tras insistir voy cogiendo la onda y metiéndome más y más en la rompiente. En un nuevo lance empiezo atrasado, evitando el romper de la ola, llego al fondo y me desplazo hacia el pie del acantilado que está algo inclinado, no es una subida vertical. Conforme voy subiendo por la pared en busca de agua movida, se va sintiendo la corriente, llego a un buen punto donde me puedo anclar para combatir el vaivén. En esa posición me aborda un banco de salpas, y tras ellas aparecen un par de sargos. Ellos no me abordan y empiezan moverse lateralmente, y están dentro del área de alcance. Retraso el momento del disparo para ver si cuadro un cruce de ambos y hago doblete, tras esta espera no hay manera de cuadrar ese tiro perfecto, así que ya solo me centro en el de mayor tamaño y en cuanto es viable el tiro, consigo alcanzarlo. Retrocedo para evitar el golpe de ola y lo atrapo con la mano. Un sargo trabajado.
Me mantengo por la zona, más allá más acá, esperando un cruce con alguna lubina, pero ni rastro. Decido una excursión a terreno de mero, que aunque el agua ya está fría como para encontrarlos a poca agua, con mar de fondo y corriente suben a buscar comida a cotas de muy poca agua. Antes de llegar a la zona en una inmersión consigo localizar de nuevo una banco de sargos, y entre ellos, aunque de menor tamaño un sargo breado. Ya he comentado en alguna ocasión que los sargos de esta zona no es que me chiflen demasiado, pero los breados están mejor, así que me declino por el gusto esta vez, dejando el tamaño, y consigo otra captura, esta vez un sargo breado.
Y ahora ya solo faltaba un poco de suerte, que hubiese algún mero y la habilidad suficiente para no fallar a pesar del movimiento que el agua me iba a propinar. Cojo el fusil mini, y al cargarlo me digo, que carajo al máximo que cuando me asome por el boquete me voy a encontrar un cabezón y tengo que dejarlo frito. Estudio durante unos minutos el agua como va y viene, visualizando en mi imaginación el lugar exacto de la grieta que se ubica a 1’5 metros de la superficie. Aprovechando la subida del agua desciendo más allá de donde está la apertura, aguanto a que baje la mar y en la subida, asciendo para ubicarme justo en la boca de la pequeña grieta y gualá, ahí estaba la cabeza con ojos de sorpresa. O he sido realmente rápido o es que la grieta era muy pequeña para él y no podía moverse. El caso es que la varilla ha sido alojada perfectamente, mantengo tensión de la misma mientras en superficie cojo aire y espero a que la mar me de otra oportunidad para recuperarlo. En cuando es posible, desciendo y consigo extraerlo sin más complicaciones. Un mero de los complicados al zurrón. Complicado no por la profundidad, sino porque los meros a poca agua son realmente recelosos y es complicada su captura donde por norma general se ubican en guaridas que son laberintos inaccesibles.
Continúo más tiempo por la zona, aunque ya no visualizo ninguna pieza especial, el mar de fondo continua golpeando y cada vez más. Con estas condiciones y llevando 3 piezas en el pasador decido poner fin a la jornada. Si no se intenta no se puede conseguir, era un día para hacer una buena porra, pero al final me he llevado una sorpresa.