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El inicio de Zorros de Mar

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Pescando

Esos primeros recuerdos de infancia, grabados con tinta de emoción son los que afloran al pensar en el primer lance de pesca. Todo ello, envuelto en el inconfundible aroma que proviene de ese cubo azul marino con pan a remojo en agua de mar. Ese niño de 4-5 años al pie del cubo echando pan cuando faltaba y «cuidador» de las piezas, atreviéndose a meter la mano para cazar los peces que debajo del pan habían. Al levantar la vista en el espigón del puerto de Torrevieja, ese cegador sol de tarde reflejado en el mar queda en mis retinas para el resto de mi vida.

Ahí estaba la figura de mi padre, con la mirada segura siguiendo el sedal mientras recuperaba la pieza, con esa caña naranja y mango amarillo, al borde del bloque que previamente había elegido, el más cómodo para estar con un niño, sin importar mucho el lugar ideal para pescar. Cerca estaba la sensación de tener a nuestro alcance otra pieza, en definitiva de ese pequeño triunfo. En el momento de levantar la pieza para cogerla se descuelga y cae entre nuestro bloque y el de más allá, pasando en un instante de la alegría a la decepción de haber perdido el pescado. Entre los bloques había agua, y el pez por ahí debía andar.

Con ese aplomo que sólo él tenía, dejó la caña en el suelo y se puso a preparar algo, yo aún no era consciente de que ese era mi momento, era la oportunidad tener en mis manos el arte, el aparejo, en definitiva sentir lo que era pescar. Me preparó un aparejo y puso pan en el anzuelo, yo sentado con toda la ilusión del mundo, era en definitiva todo un hombretón pescando, ¡SI ESTABA PESCANDO!.

El tiempo literalmente se tuvo que parar, no recuerdo si fueron 5 minutos o 5 horas, tan solo que de vez en cuando mi padre me volvía a poner pan y dejar caer el aparejo. Y quien iba a decirlo, la vida me tenía preparada esa misma tarde otra sorpresa. Se enganchó la oblada que anteriormente se había soltado, me levanté como un resorte, sujeté con fuerza mientras sentía como ya por mis venas corría la «fiebre de la pesca». Llamé a mi padre, «papi» le llamaba y así fue como con la ayuda de mi padre saqué mi primer pez.

Y éste es el comienzo de la historia de «zorros de mar». Unas aventuras que nunca se borrarán de la memoria. Entre bloques, entre sierras para llevar a los acantilados, en playas … Lugares donde más de una persona ni se plantea pasar unos minutos. Ahí hay un mundo de aventuras y con el paso de los años no disminuye la necesidad de encontrarlas. Siempre podréis encontrarme en un rinconcito de éstos…

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Entre bloques

Sirva este primer capítulo para dar las gracias a mis padres, quienes me dieron la oportunidad de dejar crecer en mí esta afición.

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