Aun sin saber el día exacto que saldría a pescar si lo hacía, ni modalidad, ni horario para este fin de semana, tenía clara una idea. Si me acercaba al mar, un capuzón me daba, ya que el domingo 26, la familia de Ramon (Karayo) llevaría sus restos a Portiño donde descansaría como buen amante de sus aguas. Al regresar de esta jornada me venía a mi cabeza su voz, cuando me contaba lo jodido que se encontraba pero que bueno era ir al agua. Mientras vamos estamos vivos. El cansancio, la desmotivación, aflorando de nuevo los retos de la vida que esperan al regresar a la orilla, palada tras palada retumba en mi interior «mientras vamos estamos vivos». A esto tan solo añadiré mientras nos recuerden quienes nos estimen no habremos muerto.
Finalmente decido marcarme un solitario en la hora de la siesta, aprovechando la hora de comida de mis niñas a las 14:15, ya andaba camino a Mazarrón, donde quería revisar la zona del Gachero, una zona pobre en cuanto a la pesca, pero que da un poco de juego y a poca agua, pudiendo pescar al acecho, a la espera, revisar algún boquete, sin bajar demasiados metros, límite unos 12 metros. Al llegar sopla algo de levante, pero el agua aun está bastante quieta y estará limpia.
Una vez puesto el traje de neopreno y todos los utensilios a mano, me dispongo a entrar al agua. Efectivamente el agua esta transparente, con una visibilidad de más de 10 metros. En esta primera zona, la pesca es a muy poca agua, donde los pocos peces que puedes encontrar están muy esquivos. Uno de mis trucos en zonas como esta, es la elección de un sitio donde poder agarrarme y hacer alguna espera antes de la zona donde rompe la ola. Asi puedo visualizar si viene algo de dentro hacia la orilla para atacar, o si de la espumilla sale algo. En la zona de bolos consigo localizar uno de los que me gusta, chafado, grande que aguantará mi sujeción y una apertura por abajo, para meter la mano y sin erizos a la vista. Así me dispongo a realizar mi primer capuzón, previamente en superficie había observado bastante comezón y mujiles pequeños. En el golpe de riñón observo por mi lateral derecho, el que da a mar abierto, la silueta de una lubina. Andaría a unos 8-10 metros de mi posición, y nadando paralelamente con respecto a mi. Al posicionarme en el fondo y estando ya firmemente sujeto en el bolo, estaba a muy poca profundidad, giro para colocarme frente a ella. De inmediato ella gira y encara directamente a mi posición, Mafi, mi rollergun de 90, ya andaba cuadrando a la lubina, no hace ningún quiebro extraño y entra perfectamente a la mini espera. 1,8 metros de profundidad, apnea de 28 segundos, primera inmersión y premio con una lubina.
Continuo avanzando por la zona de poca agua, consiguiendo la casi captura de otra lubina, pero no pudo ser. Esta vez me vino a mi posición estando yo en superficie, en zona más movida y el tiro no fue bueno. Luego lo típico, se te queda inmóvil, observándote y cuando ya lo tienes casi todo montado de nuevo, ella ya desaparece. Ahora ya tocaba pasar directamente a los 10 metros, a excepción de unas puntas las cuales me han dado buenos momentos con los galupes que tanto me gustan. Empiezo por el roal de los salmonetes, pero los pocos que diviso 3-4 no son muy grandes, ya que estaba abajo freno el planeo y permanezco en el fondo de gravilla-arena y observo un galupe, que anda picoteando, pero a una distancia muy lejos para intentar su captura. Anda muy pegado al fondo, hoy la captura de un galupe va a estar complicada. Una vez pasado el roal de los salmonetes, entro directamente a la zona de mero, bajadas silenciosas y acechos muy despacio para ver si sorprendo alguno, pero ni rastro. Saliendo de la zona de roca y cayendo en la arena se podía visualizar algún galupe, picando el fondo, pero las esperas eran largas, y no entraban, imposible tener un buen tiro. En el avance todo continua igual, nada interesante y lo poco que se ve son los galupes que hoy no están por la labor. LLego al penúltimo punto interesante del recorrido, empezando por unas esperas donde no consigo localizar nada, tan solo en la entrada en la cueva que hay entre 2 montículos observo un par de corvas, lo que me hace pensar que hoy estará lleno de ellas. Las dejo como última opción. Estando en superficie recuperando de la apnea, observo en el límite de la zona de la roca con la arena, como una figura se va a acercando desde la arena hacia la roca, directamente a mi posición. Una dorada de las que quita el hipo, con su nadar majestuoso y confiado, continua hasta la base de la roca y empieza a ascender, espero en superficie pensando y deseando que se meta en un boquete. Llega hasta la cima, que está a unos 7-8 metros, una tontería intentar un tiro desde superficie, gira su avance y despacio, vuelve al arenal, difuminándose poco a poco su figura. Después de unas cuantas esperas sin ver de nuevo la figura de la dorada, decido ir a la cueva de las corvas, y efectivamente estaba repleta. Cada vez que tenía una encuadrada observaba otra que me parecía mayor, hasta 4 cambios realicé hasta que decidí por un ejemplar. Después de unas cuantos descensos consigo desenrocar la varilla, y logra mi segunda pieza del día una corva.
Ya con la nueva pieza en el cinto, decido la vuelta, a pesar de que me quedaba un punto interesante por visitar, pero noté esa sensación que te dice, «hora de volver». Palada tras palada tal y como en el principio del relato ha quedado descrito.