La vida nunca es como uno sueña, o como piensa que deben suceder los hechos. E incluso siendo los hechos totalmente independientes a uno, no puedes evitar que las circunstancias de la vida te
afecten. Hace casi 5 años, de aquel golpe de la vida, el fallecimiento de mi padre. Cuando decidí volver al agua, esperaba con ansia reencontrarme, de sentir algo diferente a aquellas semanas en las que pedía que por favor la vida parase de avanzar, solo necesitaba sentir que nada avanzaba, tener un tiempo donde a
bsorber aquel golpe. Recuerdo que el lugar que elegí fue un rinconcito en las aguas de Mazarrón, en aquella playa donde bucea y al levantar la mirada a la costa veía a mi padre recorriendo la playa y siguiéndome con la mirada. Hace casi 5 años y aquella salida no me sirvió para nada. Me faltaban lecciones de la vida, aprender de las circunstancias de la vida.
Ya en los últimos meses las salidas de pesca no han sido de las que se disfrutan de la afición. ¿Por qué no intentar ese rinconcito? El único objetivo, sería sentirme pescador en el agua. Ir al agua y poder sentir algo diferente y lejano a lo que se siente fuera del agua y a lo que sentí en aquella ocasión. El día anterior no pude salir de pesca con mi buen amigo Samu, y para darme ánimos me mandó una foto de un buen pardete. Eso se merecía, que yo al día siguiente me sintiese como pez en el agua…
Al entrar al agua, iba recordándome interiormente, «recuerda, siente el agua, abstraete de todo, y tan solo siente este medio». Una vez denro, unos movimientos para que se acomodase del todo el traje de neopreno y a disfrutar del momento. Al dejar atras la arena y llegar a la zona rocosa, sentía, simplemente el agua, las circunstancias que me rodeaban, pero no la circunstancias de la vida, tan solo las del agua.