Después de una jornada laboral, lleno de ilusión desbordante en mi interior me desplazo hasta la costa; me encuentro con un mar calmado, brillando en todo su esplendor. Lo contemplo viendo en él, mi propio interior, todo está en paz y aunque se que el mar hoy no dará muchas oportunidades un regalo me tiene reservado.
Una vez más, allí estaba al filo del mar, todo preparado para entrar al mar. Mirada al frente, solo mar y cielo. Cielo en mi línea de la mirada, el mar abajo. En cuanto esté la mirada bajo el mar, seré el pescador.
Mar en calma pocas oportunidades me va a brindar, así que la suerte esta vez la buscaremos en forma de pulpo o quizás alguna captura en cueva. Antes de llegar a la zona con más posibilidades me encuentro una red de dudosa legalidad, que parte desde la orilla hasta mar adentro. Si cabe esto lo pondrá aun más difícil, ya que será complicado que el pez se acerque a esta zona.
Intento al inicio repasar algunos puntos concretos de posibles pulpos pero o no hay o los que hay son chicos, los dejo para ver si los encuentro otro día más crecidos. Se ve algún mújol, pero al estar tan limpia el agua complicado atraer uno y más cuando solo se ve en los bancos de arena. Lo intento un par de veces pero no logro que entre ninguno. De los sargos que se ven, ni uno tirable, todos muy pequeños. Hasta que por fin veo un sargo tirable, que no da opción pues se mete en un boquete que al revisar con la linterna no aparece ni una cola, para variar se mete por una de las numerosas salidas que tienen y ha desaparecido.
La idea de porra va adquiriendo forma, va a ser complicado la captura de un pez. La última baza que me resta es un mero ratonero, pues a estas pocas profundidades por donde me muevo en esta salida son auténticos ratones que se mueven por laberintos de cuevas. Linterna en mano voy revisando los puntos minuciosamente, con esmero, incidiendo en las cuevas que otras veces me ha dejado verlos, pero no aparece nada. Me queda una, esa donde en otra ocasión parecida ya me dio una sorpresa, Mero ratonero. Linterna enfocando hacia delante, el fusil apuntando en su dirección, pero está vacía. Siento sobre mi una mirada, es clara esa sensación que estoy siendo observado, muevo la linterna hacia la izquierda y ahí me lo encuentro, mirándome de frente, fijo, inmóvil, con mirada de Rey de ese rincón. He cometido el error de mover la linterna hacia una posición y no seguir con el fusil esa dirección. El pez está alumbrado, así que aparto la linterna de su dirección y muevo el fusil hacía su posición, una vez que está más o menos, vuelvo a dirigir la linterna hacia esta zona. Sigue exactamente igual, parece una estatua, ajusto la posición si cabe más del fusil. Está todo listo pero no puedo hacer salir la varilla, un temor me paraliza. El mero en su guarida se hace fuerte, es necesario un disparo certero para no tener problemas en forma de perder el pez , incluyendo a veces hasta la varilla. No me apetece tener una enrocada en este laberinto, realmente temo esa enrocada. No queda otra, cierro los ojos, en la oscuridad visualizo al mero, la varilla la posible trayectoria y el dedo ha ejercido la presión justa para liberar la varilla, retrocedo sin abrir los ojos, asciendo y desde superficie (solo hay un par de metros de profundidad) observo el sedal y la parte de atrás de la varilla, inmóviles ambas cosas. Una de dos, o he fallado, o ha sido un tiro certero. Cojo el sedal y empiezo a tirar de él esperanzado, noto el peso que viene hacia afuera y veo aparecer la captura del día: un precioso mero.