Las previsiones del tiempo indicaban que la mejor opción sería ir a alguna zona propicia para agua turbia y movida, en busca de depredadores que aprovechan estas circunstancias para salir a cazar. Por otro lada por el época de año, las lechas conocidas también como serviolas, deberían estar ya cerca de la costa en busca de alimento. A priorí elegí la segunda opción, porque las previsiones eran fuertes y posiblemente la zona de pesca para la primera opción estarían impracticable. La decisión estaba tomada, aunque antes de llegar al punto de entrada al mar haría un pequeño recorrido por la costa para comprobar de primera mano como estaba el agua.
La vegetación ya me indicaba que no parecía tan fuerte el levante, viento de componente E, y cuando vi el azul del mar a lo lejos me confirmaba que la opción 1 era posiblemente viable. La situación era tal que mecería la pena parar el coche e ir hasta la orilla para tomarse unos segundos para analizar los datos visualmente. Agua turbia, por algunas zonas muy turbia, marea alta, corriente y olas. Estos fueron los principales parámetros que declinaron la opción final. Me metería a buscar lubinas o depredadores de las tinieblas.
Una vez el neopreno puesto me apresuro a meterme al mar, me apetece reencontrarme con él. En este reencuentro ya se le nota más frío por las fechas que estamos, aunque aun no pasaré frío en esta salida. Cuando me sumerjo en el mar, su color es simplemente perfecto para la pesca que quiero, el tamaño de fusil elegido, ENAS 90, perfecto. El haber dejado la linterna en el coche otro acierto, no es día de pesca al agujero. Cargo el fusil, estirando las gomas hasta la segunda muesca del arpón, porque tengo la corazonada que aunque no tenga que hacer un tiro largo, no vendrá nada mal ese extra de potencia debido al tamaño del pez.
En las primeras bajadas entro en sintonía cuerpo-mar-apnea, logrando unas esperas muy decentes, aunque estériles en cuanto a resultados. Aun no se había cruzado la pieza. Por mucho que insistía no lograba ver esa pieza. La pesca tiene estas cosas y más en este punto de pesca. Una día llegas y en la primera bajada coges la pieza del día y nada más. Otros días, salen varias piezas, sin olvidar esos días que hasta el final no quieren asomarse y en el recuerdo siempre anda esos días que nada de nada. La ilusión de ver la pieza grande me mantenía en alerta, me aportaba las fuerzas para mantener casi 3 horas ya en el agua, bajada tras bajada sin ver ningún pez decente.
Había perdonado un par de piezas, un sargo y un buen galupe, que en el momento de liberar el arpón decidí que se mantuviese sin inmutarse, hoy no era día para estas presas. Ya tocaba la retirada, mucho tiempo de agua, cansancio me empujaban hacia la salida, pero hubo un algo que me empujó pero para el fondo, y sin más que pensar allí estaba sujetándome a una piedra en el fondo del mar esperando a que se cruzase un buen pez. En medio de la niebla, aprecio algo que se mueve, piel clara, y buen tamaño, está girando dándome un poco la cola. O disparo, o habré perdido la oportunidad, cuando veo tambalear la pieza, el tiro fue instintivo y certero por partes iguales. Un golpe de suerte pues después de pasar unas horas dentro del agua tan inactivo, no suelen salir bien estos lances. En la recuperación, observo que no estaba solo y lo acompañaba otro ejemplar un poco más grande. Ya en superficie aseguro la pieza del día, un bonito palometón.
La jornada estaba en el final tenía una excelente pieza, y lo normal era pensar que el otro palometón no volvería a aparecer, pero… Mi tiro fue muy certero y mi presa no luchó nada, no hubo lucha. Fue una captura muy limpia. Quizás el otro palometón no se iría muy lejos. Coger un segundo palometón, ya no sería cuestión de suerte, sería la rehostia. Me dispongo a hacer una nueva espera, aunque noto como mi latido es más fuerte y con mayor frecuencia, la posibilidad de un segundo encuentro hace mella en mi. La apnea no es buena y por supuesto el segundo palometón no aparece. Hago una segunda espera, más calmado, una buena apnea que me permitió comprobar que no aparecía. Ahora ya si decido irme para fuera. Avanzo unos metros y cuando veo perfectamente un corte de agua muy turbia a agua no tan turbia. Una situación ideal, eso sí en medio de un arena, con un poco de posidónea. Me concentro e inicio una última bajada, me encanta el lugar, esa diferencia de agua muy turbia a menos turbia es espectacular. Ya en el fondo me ubico en el filo. Medio cuerpo metido en la penumbra, de cintura para los pies, el resto en agua más clara, mirando a la zona limpia. Me encuentro genial, y puedo alargar la apnea, pasan los segundos sin muestras de movimiento de peces. Es hora de hacer el llamamiento, levanto despacio mi brazo y doblo el codo hasta poner el lateral del fusil con el marco de mis gafas y golpeo. vuelvo a dejar caer mi brazo a plomo. Unos segundos más. Cambiando de dirección mi mirada, buscando el encuentro. Por mi izquierda y viniendo de atrás hacia delante surge un palometón, preciosos, no va rápido y me guarda la distancia, pero haciendo un circulo, siendo yo el centro del mismo, cuando pasa a mis 12, simplemente el arpón va hacia él, haciendo un blanco e iniciándose una buena lucha. Logro llevarlo a superficie y abrazo a él, señalo al nublado cielo. Gracias por este segundo palometón.