Lubinas invernales tras la fractura de codo

En estas horas tras la jornada de pesca me viene multitud de agradecimientos para las personas que han estado ahí, para que los ánimos no me faltasen en la lucha de vencer mm a mm la fractura de cabeza de radio. Aún queda camino por recorrer pero al menos ya puedo volver al mar para practicar esta afición. Era consciente de que no podía ir, pero al mismo tiempo tenía la seguridad que pronto o más tarde, lo haría. La recuperación va por buen camino, y el trabajo con fisioterapia ha sido y es fundamental para esta labor, así que toca un agradecimiento especial para Caridad, Alejandro y a la osteópata Alma, por la labor descomunal que están haciendo.

Curva a izquierda, recta en descenso y a unos cientos de metros, el mar. Está calmado, pero su plateado, se asemeja al de las reinas del mar, las lubinas. Al llegar al cruce y conducir paralelo a él, observo que además la marea está alta, como a mi me gusta pescar en esta zona. Y aunque el agua esté aparentemente calmada , su interior será diferente. Al llegar al aparcamiento y dejar el coche parado, hago una inspiración profunda sin apartar la mirada hacia mi rincón, se que me va a dar un buen regalo hoy. Las sensaciones previas a entrar al contacto con el agua se agolpan, imposible de describir en palabras. Con el agua ya por las rodillas, inicio el ritual de dejar caer hasta ponerme de rodillas, los brazos van cayendo hasta la posición de acogida. Las pulsaciones van bajando tras ese cúmulo de sensaciones previas, la mente desconecta del «mundo terrestre», se apaga la luz, al cerrar los ojos, se enciende otra al volver a abrirlos, dejo caer el resto del cuerpo en el agua. Vuelvo de nuevo a estar aqui, vuelvo a sentirme como parte del mar. La visión bajo el agua, me augura con seguridad ese regalo que hoy tendré, el agua tiene una visibilidad de unos 5 metros, pero envuelta en una nieblina blanca ideal para mi presa favorita, la lubina.

LLego a la primera zona donde intentaré unos acechos, a cota cero donde los avances deben ser sigilosos, usando los brazos, para el avance, a veces tirando de mano, otras veces haciendo el impulso con los codos, en un avance reptil. Pronto queda plasmado, que la lucha de recuperación debe seguir avanzando, para volver a pescar como antes de la lesión, no obstante insisto en esta técnica, pues estos movimientos son muy específicos y complicados de reproducir fuera del agua, así que hay que acostumbrar al brazo izquierdo que debe hacer sus ajustes para realizarlo de forma natural. En esta primera fase, logro ver un par de piezas, pero ahora no soy silencioso, no logro un avance con suavidad, ni siquiera hay opción de tirar.

Voy dejando progresivamente la cota cero para ir un poco más abajo, y al mismo tiempo los acechos van pasando a ser esperas. Ya con las esperas, logro tener más cerca los peces y hay posibilidad de intentar alguna captura. Llega así el primer intento a un galupe, pero sin encontrar una razón clara, fallo. Después de este primero tiro-fallo vienen de seguido dos fallos más, a sendos galupes. Ya son 3 las oportunidades de una captura, y con la sensación que con 3 galupes en el pasador ya sería una pesca decente tras el parón.
¿Rendirse? no, seguimos avanzando y queda por probar un último punto de esperas, aunque me hubiese gustado llegar a este punto con la confianza de haber capturado al menos una pieza. Hay que ajustar bien la bajada, no conviene avanzar mucho por el fondo para buscar la posición de espera, ya que el fondo arenoso, levanta mucho polvo en los movimientos y se complicaría aún más la visibilidad que en esta zona suele ser baja. Hay que caer justo en el ramo vivo de posidonea que te asegura una sujeción para quedar totalmente inmóvil. Al principio, solo observo la capa de nieblina que en esta zona es más densa, bajando la visibilidad, no obstante está perfecta así. Después de unos segundos de la tranquilidad de la soledad, empieza el movimiento, primero viene un sargo, que se acerca decididamente, y rápidamente aparecen detrás de él un banco de sus compañeros. Vienen de frente un poco escorados a izquierda, hago el ademan de dirigir para allá mi atención, pero mi intuición me dice que aguante y no mueva absolutamente nada, los sargos no me interesan. Siguen acercándose más sargos quedándose formando una nube con movimientos circulares, cuando a la derecha de ellos y en posición justo enfrente de mi, aparecen dos ojos distintos, una mirada cautivadora, un avance lleno de realeza, ahí está la lubina. Gira y en ese instante intento su captura. El tiro es algo alto, así que tocará intentar cansarla para cuando esté a mi alcance se deje abrazar tranquilamente, pues no tengo el brazo para hacer movimientos rápidos si hay un desgarre. Seguimos en el tira y afloja, hasta que llega el momento decisivo. Viene hacia mi suavemente y se deja abrazar sin mayor complicación. He logrado una buena Lubina.

Me aparto de la zona, pues más adelante quiero repetir en el mismo punto la espera.

Dejo pasar un rato, antes de volver a intentar una espera en ese punto mágico. Durante la espera, descubro una bicicleta en el fondo de mar, hago varias bajadas para analizarla y hacerme una idea de subirla si mereciese la pena, tras unas bajadas, llego al sueño:

Volveré a la zona mágica, hago una espera, entra una lubina, vuelvo a capturar una buena lubina, regreso a la zona de la bici, la recojo del fondo, subo a superficie y tiro para la orilla con las dos lubinas y la bicicleta…

¿La vena soñadora siempre estará aunque estemos bajo el agua? :-D.
Me coloco en superficie e intento ajustar la caída para caer en el mismo racimo de posidonea, pero al llegar al fondo me encuentro que he errado por un metro, así que intento desplazarme hacia delante con sumo cuidado para no enturbiar más el agua, localizo el punto exacto, me sujeto y espero. Primero que caiga un poco el polvo levantado, después a ver movimiento, los sargos ya no están, no hay nada, ni grande ni pequeño, hasta que giro mi cabeza hacia mi izquierda, es cuando observo por el reojillo que detrás mio está acercándose una lubina aun mayor que la primera que capturé, no intento girar el cuerpo, sino la dejo que siga acercándose mientras voy girando la muñeca para dirigir la varilla hacia la zona de mi izquierda, por esa zona hará el quiebro. La posición de ella ya no está tan atrasada, sino más bien a mi izquierda, y un poco más allá hay otra lubina más, pero esta vez intentaré la captura de ésta que está más cerca. En ese instante hace el giro para dirigirse a una zona más alejada a mi posición y agruparse con la otra lubina. Toca un disparo sin apuntar, sino instintivo. En esta ocasión, no existe riesgo de desgarro, ha sido perfecto el intento, y tengo la seguridad de que he logrado la segunda lubina de la jornada.

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Ya con las dos lubinas en el pasador, toca recoger el tercer regalo del mar, esa bicicleta.

 

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