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Pescando desde la infancia

Vamos a dormir un poco esta siesta para descansar, esta tarde vamos a hacer muchas cosas. Bajaremos a la playa a bañarnos un poco, iremos a pescar… y ya con este par de anuncios fue suficiente para ver la ilusión reflejada en la cara de mis niñas Victoria y Ana.

No fue algo planeado con mucha antelación por tanto había que improvisar el cebo, una punta de pan nos haría la función. La corteza, la usaremos de recebo y con la molla haremos una masilla de pan para pescar con una caña ligera, con boya.

Después de estar un rato en la playa y merendar, regresamos a casa, preparamos la masilla y unos bocatas para que tomaran su cena. Tenía en mente un sitio tranquilo, sin agobios para poder estar a nuestro aire. Nos fuimos a una esquina del recinto y echariamos unos lances sin esperas a sacar piezas, solo a pasar un rato con mis niñas de 3 y 6 años.

Sentía en mi interior una gran alegría de compartir estos momentos y al mismo tiempo un nerviosismo ante la expectativa, ¿les gustaría esta pequeña aventura?. Quizás con un poco de fortuna tendríamos alguna picada, ya se sabe que con pan alguna salpa (zarpa) podría entrar, si ocurriese este hecho la aventura sería mucho más interesante y con dosis altas de emoción.

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Victoria y Ana

Establecemos unos turnos, un lance cada una ya que llevamos una caña de pescar. El primer lance corresponde a Victoria, previamente habías echado un poco de corteza de pan mojada, para ir despertando algún pez, si los hubiese. Tras un par de minutos del primer lance, sacamos la caña, para ver como iba el cebo. Está intacto, así que volvemos a lanzar y esta vez el lance sería para Ana. Qué sensación más bonita estar junto seres queridos practicando esta afición, observando el interés que mostraban. Con estos instantes yo ya había pescado…

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La atención de Ana

Me impactaba como estas niñas prestaban esa atención, no era solo el hecho de observarlas, sino que se notaba la concentración, su emoción se palpaba en el ambiente. Y previo a dar por finalizado ese lance la boya hace un movimiento. No me lo creía, estaban picando y había posibilidades de una captura. Justo en ese momento sucedió, había picado un pez, tensión en la línea. Yo ayudaba a sujetar la caña, mientras Ana apenas atinaba a recoger con el carrete, pero el caso es que recogía. Era la primera vez que pescaba, era su primera vez que recogía un carrete, y estaba consiguiendo su primera captura.
Victoria se unió a nosotros para sacar el pez, era una salpa. Buahhhh que alegría, ¡ QUÉ MOMENTAZO !

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Lo que iba a ser unos minutos se convirtió en un buen rato. Ana ya andaba pellizcando la masilla de pan para comerse las bolitas que iba haciendo. Sacamos sus bocadillos e hicieron su merienda-cena en medio de la aventura.
Después, en un lance que le tocaba a Victoria de nuevo otro movimiento de la boya y de nuevo otro pez, que eficientemente ella sacó. En esta ocasión un raspallón, de tamaño pequeño que devolvimos al mar. Después de esta nueva captura, esta vez por parte de Victoria, le noté perfectamente la fiebre de la pesca. Quería tener continuamente la caña, y al estar cerca de ella se le notaba las pulsaciones aceleradas de su corazón.

 

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